Estoy cansado de apagar luces detrás de mis hijos, de gritarles por dejarlas encendidas. Pero, son niños. Los niños hacen estas cosas. No les importa.
Pero, ¿qué pasaría si se preocuparan?
Así que intenté un experimento. Les mostré el informe energético, cuanto gastamos de electricidad en un mes completo y cuánto gasta una vivienda similar a la nuestra. Intenté atraer su atención sobre que elementos de casa gastan más energía y cuanto nos cuesta.
Resulta que el gasto eléctrico en abril fue de 86,51€. Entonces, les mostré el dinero en efectivo (billetes pequeños y muchas monedas – es más efectivo) y les dije que, a partir de ese momento, ellos iban a ser los encargados de pagar la electricidad, que si mantenían el consumo por debajo de ese importe, la diferencia seria para ellos. ¡Se les pusieron los ojos como naranjas!
Y a menudo que pasaban los días, empezaron a suceder cosas inusuales.
De repente, empezaron a levantar las persianas para aprovechar la luz del sol. Empecé a encontrar la Wii y la televisión apagada por completo. ¡Fue rotundo!
Al final del mes, la factura se redujo a 81,27€. Ahorro de 5,24€ (o 58 kWh). No era gran cosa, pero para ellos fue una manera de generar dinero, y lo mejor, querían más.
Empezaron a cuestionarse que aparatos consumían más y a preguntarme como podían reducir su consumo. Poco a poco, tomaron el control de todos los aparatos electrónicos de la casa. Incluso su madre tuvo que negociar poder secarse el pelo por completo J.
Poco a poco les fui introduciendo nuevas ideas de los beneficios de reducir el consumo energético, pues al final todos nos beneficiamos de ello, y lo más importante: tomar consciencia de nuestros actos nos hace más sabios y que los pequeños gestos contribuyen en beneficio del planeta.
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